martes, 26 de febrero de 2013

Capítulo 1.


1.1 Comienzo.

La luz cegó sus ojos con tanta fuerza que se vio obligada a ocultarse detrás de unas manos finas y blanquecinas. Notaba a la perfección la suave brisa que azotaba sus cabellos y cómo la temperatura parecía haber adquirido la estabilidad más absoluta y perfecta, además del silencio que se había adueñado del lugar. Ni siquiera las hojas de los árboles al desprenderse, guiadas por acción del viento emitían sonido alguno, ni tampoco el cantar de algún pájaro, ni el de las cigarras, a pesar de que desconocía qué estación del año estaba presenciando. Se encontraba en una pradera totalmente desierta y tan amplia que no llegaba a alcanzar con la vista sus límite. De hecho, desconocía si allí existía un principio y un final.
Descalza sobre la hierba, la sensación de las pequeñas flores que hacían cosquillas en las plantas de sus pies parecía ser un remedio perfecto para no perder la calma que siempre la acompañaba incluso cuando se veía tan perdida como en ese instante.  Nunca había tenido un sueño tan idílico, pero tenía que reconocer que le gustaba ese lugar, a pesar de su atmósfera solitaria. Pero entre toda aquella majestuosidad debía estar escondido el por qué del asunto, la razón de encontrarse allí. Trataba de encontrar siempre todo tipo de significados en cada uno de los sueños que tenía, independientemente de que fueran buenos, malos o demasiado locos para una mente tan sencilla como la humana. Quizás debía ver más allá de lo terrenal y encontrar algo, o incluso rescatar a alguien. ¡Quizás ella era la heroína de ese sueño! Sin embargo, mientras todas aquellas ideas iban tomando lugar y asentándose en su mente, logró percibir un movimiento a sus espaldas y se giró con rapidez para encarar al hombre que se había colocado a pocos pasos de ella después de haber aparecido de la nada. Su rostro trataba de no expresar gran cosa, pero tras esa máscara de indiferencia fingida podía observarse una calma increíble, además de un logrado esfuerzo por mantener la concentración. Sin embargo, no fue aquello lo que más llamó la atención de la muchacha. Los cabellos del hombre eran totalmente blancos a pesar der ser bastante joven, y ocultaban de forma despreocupada el parche negro que, a su vez, tapaba su ojo derecho, aunque el izquierdo permanecía a la vista de un color tan vivo como el de la sangre y, justo debajo de él, aparecían tres marcas redondeadas y negras que hacían su rostro aún más espectacular y llamativo. No había signos de arrugas en su rostro, ni de cansancio, ni de ningún tipo de detalle que le indicase si era inofensivo o si debía de huir de allí rápidamente. El cinturón que se sujetaba a su cadera y las vainas que contenían cada una de ellas una cimitarra llamaron su atención al tintinear levemente cuando el hombre imitó una especie de reverencia. Su voz sonó tan clara y fresca como la brisa dueña de la pradera, despejando dudas, temores y falsas suposiciones.

-Es la hora, Suzume.

1.2 Huída.

Escuchaba las voces de fondo, pero no lograba alcanzar a escuchar lo que las palabras significaban, sin importar lo mucho que se esforzase en ello. Por el tono de sus voces parecía un asunto importante, y no tardó en comprobarlo cuando, seguidamente, el ruido que los pasos provocaron al salir precipitadamente de la sala llegó de forma más o menos clara a sus oídos. Su mente y su cuerpo aún se encontraban adormilados, pero sabía a la perfección que había llegado la hora que tanto había esperado. Tenía que despertar, y tenía que hacerlo rápido o esa única oportunidad se echaría a perder como tantas otras cosas que la acompañaban. Ignorando el entumecimiento de todos sus músculos, Kanade se incorporó en la camilla en la que su cuerpo reposaba y se arrancó con manos torpes y temblorosas todos los cables que conectaban su cuerpo a diferentes tipos de máquinas. Con el paso del tiempo había dejado de odiar los pitidos que éstas mismas provocaban y había sido capaz de aceptarlos como la banda sonora de su corta y a la vez tan larga existencia. Sus ojos no conocían nada diferente de aquella sala blanca y circular, o de las demás habitaciones prácticamente idénticas que formaban parte del edificio, y aunque muchas veces había llegado a preguntarse qué ocurriría fuera y cómo sería el mundo exterior, nunca había echado nada en falta porque ni siquiera había tenido la oportunidad de conocerlo. Al final, la curiosidad y la posibilidad de encontrarse con algo diferente habían ganado la continua batalla en su interior, aunque el punto clave había sido la necesidad de escapar de allí.
Sus rodillas cedieron ante el inmediato peso de su cuerpo al levantarse, y solo el borde de la camilla evitó que acabará en el suelo como tantas otras veces. Parecía demasiado débil para realizar cualquier movimiento, pero era demasiado obstinada como para permitir que la debilidad o el cansancio pudieran con ella y la retuvieran allí tumbada. Había soportado demasiadas cosas a lo largo de su estancia allí, demasiadas mandatos, demasiadas descargas y, muy a su pesar, demasiado poder como para no hacer nada al respecto. Las probabilidades de que todo aquello saliese bien eran escasas, por no decir nulas, pero si Kanade tenía algo claro es que esta vez no se dejaría someter por nadie. Saldría de allí aunque le costase la vida, porque probablemente incluso el final de ésta misma sería mucho más agradable que tener que permanecer dentro de aquel terrible laboratorio por más tiempo.
Tratando de pasar todo lo desapercibida que era capaz, asomó la cabeza por la puerta y miró a ambos lados del pasillo para poder asegurarse de que nadie se encontraba cerca para entorpecer sus planes. Luego salió corriendo, deteniéndose únicamente cuando distintos tipos de voces procedentes de otras salas llegaban a alcanzarla, momentos en los que recurría de nuevo a su máximo sigilo.

A lo largo de todos los años que había pasado allí dentro, los diferentes pasillos del laboratorio se habían ido grabando en su memoria y, como a diferencia de la gran mayoría de los sujetos que convivían allí aún mantenía su mente prácticamente intacta, la posibilidad de perderse en aquel infinito laberinto no la preocupaba en absoluto, sino que más bien era el hecho de que los guardias, tan frecuentes en aquellos pasillos, no se encontrasen presentes en aquel momento lo que la preocupaba. ¿De verdad estaba saliendo bien? ¿Podría salir de allí? A medida que avanzaba su conciencia iba quebrándose debido a los gritos procedentes de las habitaciones, de los llantos, de las súplicas de aquellas personas que aún se mantenían de una sola pieza. Kanade las consideraba afortunadas, pues bien sabía que la mayoría de los sujetos habían perdido la razón hacía mucho tiempo por todas las pruebas a las que sometían a sus frágiles mentes. Así que, ¿estaría haciendo bien al huir, al dejar a todas aquellas almas desamparadas atrapadas? ¿Qué diferencia habría entre ella misma y los dueños de todo aquello si lo hacía?  Sus pasos se detuvieron y su ceño se frunció ante este nuevo obstáculo.  Agachó la mirada y dejó que sus ojos rosados se perdieran entre las baldosas blancas que formaban el suelo. ¿Qué diablos estaba haciendo..? ¿Acaso había perdido también la cabeza? Antes de que pudiese preguntarse cualquier otra cosa, o de que pudiese encontrar una respuesta a todas aquellas preguntas, el sonido de varias botas acercándose consiguieron sacarla de su ensoñación y recordarle así que el tiempo no era precisamente algo que estuviese a su favor. Miró a todos lados, buscando una vía de escape y no tardó en encontrar una puerta entreabierta, la cual seguramente daría a otra de las muchas habitaciones que tan bien conocía. No se lo pensó a la hora de entrar, sino que se precipitó dentro con rapidez y, en cuanto localizó un pequeño hueco entre toda la maquinaria allí presente se apresuró a esconderse entre ella y a encogerse sobre sí misma, cerrando con fuerza los ojos con la única idea en mente de poder hacerse invisible y poder salir de allí.

***

-Hey, Jellal, ha vuelto a desmayarse.
-No importa, colócala en la base. Tarde o temprano tendrá que despertarse.

El otro hombre asintió y avanzó hasta el fondo de la habitación, allí donde una máquina completamente diferente de las demás que ocupaban la sala se encontraba. Si bien todas las máquinas eran aparatos más o menos cuadrados y llenos de frecuencias, números y botones incomprensibles, ésta distaba de ellas en lo inimaginable. Su tamaño multiplicaba en un número tan grande a las otras que la base superior casi rozaba el techo de la habitación, y su forma se extendía en una gran X a la que todo tipo de cables se enrollaban imitando pequeñas serpientes escurridizas. Bastaba una sola mirada a tal máquina para saber que no era el lugar donde alguien desease estar.
 Esquivando cada uno de los cables que se esparcían por el suelo, Shiki, uno de los hombres que había entrado a la sala, aseguró correctamente el cuerpo que portaba entre los brazos a la X metálica, sujetando con cadenas tanto las muñecas como los tobillos de la joven. Ninguno de los agarres parecía ser demasiado resistente, pero estaba seguro de que no habría posibilidad alguna de que consiguiese soltarse. Ni siquiera se atrevería a hacerlo, y ni siquiera tendría la oportunidad.
Un murmullo hizo que ambos hombres desviaran la mirada hacia el otro cuerpo que Jellal, el otro hombre, se encargaba de sostener.
-Justo a tiempo, muchacho, ibas a perderte el espectáculo.
El aludido, un hombre mucho más joven que los dos científicos, abrió con dificultad los ojos y trató de ubicarse y de poner en orden los pensamientos confusos que abarcaban su mente en ese instante. No pareció que tardará mucho en hacerlo, pues nada más que alzó ligeramente la cabeza y alcanzó a ver y reconocer el cuerpo que se encontraba sujeto a la máquina, sus ojos se abrieron como platos y su cuerpo reaccionó violentamente justo en el momento en que las manos que lo sujetaban permitían que se soltase, previsoras de lo que ocurriría a continuación, del error que acababa de cometer con un acto tan pequeño. Los grilletes que sujetaban las manos del joven emitieron una luz cegadora y, a continuación, un grito escalofriante rompió el silencio que se había formado en la habitación a la vez que su cuerpo se precipitaba al suelo presa de violentos temblores y escalofríos. Jellal suspiró y lo contempló con una clara expresión de molestia.
-Sigo sin creer que haya sido buena idea traer aquí a los dos juntos.
-Independientemente de cuál sea tu opinión las órdenes fueron claras, y ni siquiera tú tienes el poder necesario para ignorar las órdenes que vienen directamente desde arriba. - Shiki abandonó su posición y se acercó a donde los otros dos se encontraban, acuclillándose justo al lado del muchacho para obligarle a alzar la cabeza y a que clavara la mirada en la máquina gracias al fuerte tirón que proporcionó a su cabello.- ¿La ves, chico? Quiero que mantengas los ojos bien abiertos para que puedas observar con atención lo que ocurre con aquellos que se atreven a levantar un solo dedo, aquellos que tienen las suficientes agallas, o más bien la suficiente estupidez como para intentar pasar por encima de nosotros. No sois más que experimentos, ratas de laboratorio, Liam Priore, y ahora verás lo que ocurre con vosotros cuando se os pasa por la cabeza desobedecer. Jellal, cuando quieras.
No hicieron falta más órdenes. Jellal ya tenía el mando preparado y, aparentemente, no pestañeó siquiera a la hora de presionar el botón correspondiente. La máquina se activó, se llenó de pequeñas luces de colores vivos  y diferentes y transpasó una luz oscura al cuerpo sujeto en ella en a penas un par de segundos, el cual, ante la repentina transmisión  de energía, despertó al instante y llenó la habitación de gritos desesperados por la violencia de aquellas ondas que irrumpían en su cuerpo.
Mientras tanto Liam, impotente, observaba cómo aquella cosa iba introduciéndose y maltratando aún más el ya enfermizo cuerpo de su hermana menor.

***

 No tenía salida, ni escapatoria. Obligada a escuchar los terribles gritos que llenaban cada hueco de la habitación y se grababan en su mente como una forja al rojo vivo, Kanade se sentía más atrapada y asustada que nunca. Pero fue un nombre y el sonido de una voz lo que la hizo volver en sí misma y comenzar a idear cualquier posibilidad que la sacase de allí sana y salva, a pesar de que sabía que si quería salir de allí tendría que hacerlo luchando.
Al darse cuenta de que se había ocultado de nuevo tras sus manos, dejó caer éstas a ambos lados de los costados y, de esa forma, rozó de manera accidental su muslo derecho con una de ellas, encontrándose con una cinta sujeta a éste mismo. Bastó una simple mirada para ver el conjunto de pequeñas dagas que se encontraban sujetas a la cinta; sabía a la perfección quién había tenido la consideración de colocarlas en ese lugar, prácticamente ocultas por el viejo camisón que llevaba. Le había salvado la vida tantas veces que ni ésta misma sería suficiente para agradecerle.
Cuando el sonido de los gritos cesó y fue sustituido por la risa de uno de los hombros, Kanade se atrevió a volver a asomarse para comprobar el estado de la habitación. De forma rectangular y blanca en su totalidad, la sala era más pequeña de lo que había supuesto en un principio, y no estaba en absoluto decorada con cualquier detalle que pudiese darle algo de vida a aquella imagen tan desoladora. Los únicos colores eran aquellos reflejados por las luces de los instrumentos que se encontraban a ambos lados de la sala formando un corto pasillo, y ni siquiera conseguían darle un mínimo de vida. La gran X ocupaba el fondo de la sala y parecía ser la atracción principal de lugar. La emoción se reflejaba en los ojos de ambos hombres mientras observaban todo el procedimiento que estaba teniendo lugar, al contrario que el muchacho que permanecía aún en el suelo y al cual todavía le estaban obligando a mirar. Sus ojos permanecían abiertos, pero parecían haber abandonado cualquier signo de vida. La luz se había apagado y no había dejado más que un páramo desierto cubierto por una neblina gris. Kanade supo en ese instante que tardaría mucho tiempo en olvidar aquellos ojos grises y el abandono que reflejaban.
Pasaron largos e interminables minutos hasta que toda actividad cesó y pudo escucharse de nuevo el resonar de las pesadas botas de uno de los hombres mientras se acercaba al moribundo cuerpo de la muchacha que aún seguía sujeta a todos los cables. Kanade presenciaba cada mínimo detalle de la escena, y fue justo en el momento en que el hombre alzó las manos dispuesto a hacerse cargo del cuerpo cuando una de las dagas atravesó la habitación para ir a clavarse directamente en su mano. La hoja atravesó limpiamente la fina carne y se quedó hundida en el lugar mientras los gritos de dolor y las maldiciones llenaban el aire llenos de angustia. Una simple daga o cuchilla podría haber sido arrancada fácilmente de la piel, pero nada más que aquella había rozado su objetivo, pequeñas lenguas de hielo habían comenzado a extenderse tanto por la mano como por la muñeca del hombre, ascendiendo cada vez más a un ritmo lento, pero sin descanso alguno. La siguiente daga cruzó la habitación con la misma rapidez que la anterior para encontrarse con su siguiente objetivo, pero cuando apenas quedaban escasos centímetros para rozar la sien del hombre, ésta se detuvo en seco como si hubiese chocado con una pared invisible y, seguidamente, se precipitó al suelo produciendo un sonido hueco.  Cualquier posibilidad de acabar con ambos captores rápidamente se extinguió junto al sonido de la hoja metálica.
Un par de manos se cernieron sobre ella a pesar del escaso espacio que había entre las máquinas donde su refugio se encontraba, intentando agarrar aquella escurridiza figura que tantos problemas estaba causando en un tiempo demasiado corto. Pero si de algo habían servido todas las pruebas había sido para hacerle aprender a reaccionar de la forma correcta ante cualquier tipo de estímulo. Así, Kanade se libró del agarre fallido y se deslizó entre las piernas de Jellal para echar a correr hacia la salida. Lo lógico hubiese sido encontrarse la puerta cerrada, pero las manos de la muchacha no encontraron impedimento alguno a la hora de aferrarse a la manilla y tirar de ella con todas sus fuerzas para salir de allí lo antes posible.
Reconoció al instante la causa de encontrarse la puerta abierta. Mirase donde mirase lo único que alcanzaba a ver eran multitud de rostros desconocidos y batas blancas que se cernían sobre ella. Había abandonado el uso de la razón: eran sus instintos los que ahora se movían por ella. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que vio todos sus flancos cerrados por demasiadas personas como para escurrirse entre ellas. Las pocas posibilidades de escapar que había encontrado al principio de todo aquello desaparecían lentamente. Tendría que soportar de nuevo castigos, aquellas pruebas que ni incluso los científicos de más alto rango se atrevían a probar por temor a causar más muertes de las necesarias. Era cierto que no se preocupaban por la vida de las personas, pero un aumento repentino de las muertes les ocasionaría problemas a la hora de quedarse sin una sola persona en la que poder aplicar sus nuevos conocimientos.
Lo único que no entendía era por qué se mantenían todos tan quietos, con las manos en alto y a la espera de que hiciera cualquier movimiento sospechoso. Sintió ganas de mirar alrededor y ver si ella era la causa de tal reacción, pero no era muy difícil saber que la única que estaba infringiendo las normas era ella. Kanade se removió, nerviosa, y con un rápido movimiento sacó un par de dagas de la cinta prendida en su muslo.
-¡¡Quietos!! ¡Que nadie se atreva a moverse o a hacer que pierda el control!
Aquella voz procedía de sus espaldas, justo del hombre al que momentos antes había atravesado la mano con una de las dagas. El hielo había alcanzado ya su hombro y no parecía querer detenerse, aunque Shiki ya trataba de encargarse de aquel problema que al parecer no era precisamente su prioridad. Escuchó gritos de disgusto y de desobediencia, y de un momento a otro volvió a verse rodeada y cada vez con menos espacio para moverse. Pudo sentir el tacto de diferentes manos atrapándola y arrastrándola hacia el suelo mientras ella seguía resistiéndose a dejarse llevar y oponiendo todo tipo de resistencia. A medida que nuevas manos se hacían dueñas de cada parte de su cuerpo sus nervios iban sobreponiéndose a su calma y la cordura iba desapareciendo junto a ella. No importaba cuánto lo desease, cuánto necesitase la magia que en más de una ocasión la había salvado; ésta no llegaba, quizás porque nuevos experimentos la habían arruinado, o quizás porque los nervios lo impedían.
Cuando por fin pudo recurrir a la magia no lo hizo de la forma esperada. Un suave cosquilleo comenzó a recubrir todo su cuerpo, pero distaba demasiado del que estaba acostumbrada. En todo el tiempo que llevaba practicando los hechizos que le correspondían había aprendido a diferenciar cada una de las sensaciones que influían, e incluso había aprendido a calcular cómo usar la cantidad de magia necesaria para no destruir su energía vital y acabar con su propia vida, pero aquello era muy distinto. A parte del cosquilleo, el camino que marcaban sus venas comenzaba a hacerse visible en su piel e iba adquiriendo un color negruzco cada vez más intenso que iba extendiéndose a lo largo de sus brazos, piernas y cuerpo al completo. Causaba dolor, quemaba. Era como si le estuvieran arrancando la piel a tiras. Antes de que pudiese detenerlo la magia lo hizo por sí sola; se desprendió de su cuerpo y creó una esfera de oscuridad a su alrededor que no tardó en consumir toda la luz de la estancia y en dejarlo todo completamente a oscuras y lleno de gritos.
La noción del tiempo se perdió, el concepto de realidad se esfumó tan rápido que temió que hubiese llegado a perder también la lucidez. Se hundía, cada vez más y más abajo… Algo parecía tirar de ella hacía una profundidad desconocida y envolvía su alma con un manto tan oscuro como la noche y, a pesar de ello, la conciencia no la abandonaba. Hubiese deseado haber perdido el conocimiento, abandonar aquel dolor que la afligía y que llenaba cada rincón de su ser. "Has vuelto a hacerlo." Aquellas palabras se repetían en su mente una y otra vez sin que llegase a comprenderlas.

Cuando volvió a abrir los ojos, lo hizo lenta y pesadamente, y tardó más de lo esperado en acostumbrarse a los rayos de sol que incidían directamente sobre sus ojos. Las fuerzas habían abandonado su cuerpo a su suerte. Lo único que podía hacer era permanecer tirada sobre el suelo con la única visión que se extendía frente a ella. Las paredes se habían precipitado junto al techo, la mayor parte de la estructura del edificio estaba dañada y en unas condiciones lamentables, pero era la cantidad de cuerpos inertes que se apilaban sobre el suelo lo que horrorizaba sus ojos, y aunque su mente trataba de enlazar todos los hechos, no parecía procesar bien la información. No parecía procesar el hecho de que todo aquello había sido su culpa.
Un ruido cercano hizo que débilmente apartara la mirada de las víctimas y que la llevase hacia la figura que acababa de aparecer en la entrada. Distinguió sus cabellos azulados y el color rosa de sus ojos, pero más allá de todo aquello distinguió la expresión horrorizada de su rostro y, seguidamente, algo parecido a compasión. No tuvo tiempo de preguntar. Su conciencia abandonó por fin cualquier lazo que la atase a la realidad y volvió a sumergirse en las mismas tinieblas que hacía unos instantes, capaces de destruir hasta el alma más pura e inocente.

miércoles, 16 de enero de 2013

Explicaciones y aclaraciones.

Creo conveniente comenzar explicando varios apartados y motivos que considero tienen cierta importancia. Lo primero de todo, me gustaría aclarar que la historia que desarrollaré aquí, Hasu no Hana, o Hasu no Omoide, es completamente producto de mi imaginación, por lo que he de ponerme seria a la hora de decir que no me gustaría ver por otros blogs, tuentis, o páginas similares ninguna copia de la historia ni nada que se pueda asemejar a ella. A todos nosotros nos gusta que la gente disfrute leyendo nuestras propias ideas, pero, de igual forma, a nadie le gusta que otras personas tomen esas ideas como propias y se hagan los dueños o autores. Así que agradezco de antemano vuestra comprensión y os pido por favor que evitemos incidentes innecesarios.

Otro de los puntos, y casi refiriéndome también al anterior, es el tema de los personajes. Es cierto que cada personaje tiene una base anteriormente creada, pero no es ninguna copia de ningún otro, así que también agradecería abstenciones del tipo de "¡Ah, ese personaje lo has copiado de tal!". No, gracias, simplemente me baso en mis criterios para desarrollarlos y les pongo el carácter que creo conveniente.

Tampoco considero necesario decir que los periodos de tiempo entre cada capítulo publicado serán completamente aleatorios. Un día puedo sentirme más inspirada que otros, así que bien una tarde puedo subir un capítulo completo y, sin embargo, no volver a escribir hasta pasada una semanao incluso más tiempo. Por desgracia(?) los estudios ocupan mucho tiempo y hay que tener en cuenta que esto es secundario...

Uno de los últimos puntos viene a relacionarse también con los personajes. Me apoyaré en fotos de ciertos animes para representar a cada personaje, lo que considero que puede ayudar para tener una imagen más clara de lo que cada uno de los personajes de la historia representa. Sin embargo, sois libres de imaginároslos como queráis, a vuestro gusto.(?)

Seguramente me estaré olvidando de más puntos, pero... ¡Estos son los que considero más importantes! Así que agradecería que se tuvieran en cuenta antes de comenzar a leer la historia.

¡Muchas gracias por vuestro tiempo! Espero que disfrutéis con ella.